-Rápido, rápido- le gritá casi sin aire.
Los pies casi no tocan la tierra y el corazón les palpita en la garganta.
La carrera es impía, no importan las piedritas que se incrustan en las plantas de los pies, ni los perros que salen asustados a ladrarlos.
Abren la puerta haciendola tronar contra la pared y aparecen los dos como fantasmas polvorientos en el comedor, la madre voltea y sonríe.
-¡A lavarse las manos y la cara que el desayuno ya está listo!
¡Por fín habia llegado la hora de llenar la pancita!
3 comentarios:
Que bien, ser el primero en comentarte y en seguirte, que honor. Esa carrera la recuerdo...corría, especialmente cuando una vez al año había pollo asado...me parece verme a mi mismo en esa foto...
Un cordial abrazo
Gracias Rivero!!!!
ESPERO TENERTE DE NUEVO POR AQUI!!!
Es muy tierno este micro.
Un beso.
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