jueves, 30 de septiembre de 2010

MI RISA

-Disculpame, se me perdió la risa hace unos instantes, ¿no la viste?
-¿De que color era? ¿que olor tenía? ¿era triste o estridente?
-No me fijé. Me encontré con el estúpido amor y me causó gracia su aspecto tan deprimente.
Le sugerí que se divorciará y rehiciera su vida.
Me guiño un ojo de manera tan patética que comencé a reír hasta que me oriné y la perdí.
-Ese es el dato que necesitaba, buscala en tu bombacha. Seguro que está ahí, en medio de la pis. Cuando la encuentres tendrás que exprimirla y tomártela para que regrese.
-Que asco ¡no!
-¿Te quejas por una simple orina? Un día me lo encontré al estúpido amor y me hice popó de la risa.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Pendenciera



Cerró la bolsa negra con un moño naranja, mientras suspiraba con una sonrisa cincelada en los labios pintados de violeta.
Se tiñó el pelo de rojo y estaba tan mal hecho que le quedó el cabello de distintos colores, pero al mirarse al espejo creía que nunca estuvo más bella.
Besó las tijeras que le modelaron el cabello dejándola convertida en otra.
Le hizo unos cuantos mimos al cepillo que la peinó, domando su melena.
Guardó las fotos de la que era, pendenciera y pequeña.
Se filmó haciendo muequitas como evidencia de su metamorfosis y por fin salió del departamento con la bolsa negra que colocó con cuidado en el canasto de la basura.
Goteaba. Goteaba manchas rojizas.
Pero el cambio necesitaba ser descubierto y cuando abrieran la bolsa descubrirían su último error, el vestigio de la que fue.
Le pasó el dedo por el charquito, lo lamió y entró a la casa saltando contenta y cantando bajito.

lunes, 27 de septiembre de 2010

VENCIDO


Gritaba rompiendo la marea de obstáculos,
afianzando su presencia en los rabiosos cultos de posesión.
Reía, destruyendo sus esfuerzos por rebelarse,
reventando las entrañas de su cordura.
Él quería evitarla, no mirarla, destrozar el tímpano para no escucharla.
Pero ella estaba, ya había llegado.
La dulce tiranía de sus ojos
ahora estaba estacada en su mirada tibia.

Baja los brazos, considerate vencido...
ella te ha enamorado.

LA CARRERA


-Rápido, rápido- le gritá casi sin aire.
Los pies casi no tocan la tierra y el corazón les palpita en la garganta.
La carrera es impía, no importan las piedritas que se incrustan en las plantas de los pies, ni los perros que salen asustados a ladrarlos.
Abren la puerta haciendola tronar contra la pared y aparecen los dos como fantasmas polvorientos en el comedor, la madre voltea y sonríe.
-¡A lavarse las manos y la cara que el desayuno ya está listo!
¡Por fín habia llegado la hora de llenar la pancita!